Octubre. Donostia.
Y un sol veraniego.
Multitudes surcan
playas y paseos.
El mar merodea,
sosegado y quedo,
en marea baja,
bajo el monte Igeldo.
Fijos en tres rocas,
tres peines de acero
vigilan, controlan
y peinan los vientos,
las olas del mar,
las lluvias del cielo.
Hoy nada se mueve.
Solo unos veleros
de color gaviota
velan mar adentro.
Solo una gaviota,
sin prisa y sin miedo,
posa en el primer
peine de los vientos.