Leo un reportaje sobre la Igesia en Portugal, escrito por el clérigo y poeta católico Jose Tolentino Mendonça, que resume así: Una Iglesia todavía organizada al estilo trdicional y en ocasiones presa de atavismos ya superados, pero que se abre a nuevas dinámicas de relación con la sociedad. No es mucho decir. Mucho más me ha impresionado el mensaje de Benedicto XVI envió ya dese el avión que le llevaba a Lisboa y Fátima, sobre el pecado en la Iglesia, en vísperas de la celebración de las apariciones de Nuestra Señora, la Purísima Madre de Dios y de la Iglesia: Eso lo hemos visto siempre, pero ahora lo vemos de una manera realmente aterradora: la mayor persecución a la Iglesia no viene de los enemigos de fuera, sino que nace del pecado de la misma Iglesia. Y ésta tiene por tanto profunda necesidad de volver a la penitencia, aceptar la purificación, aprender el perdón, pero también la necesidad de justicia. El perdón no sustituye a la justicia. Divinas palabras. Nos recuerdan, frente a todas las apologías baratas y a mucha ignorancia de la teologìa eclesial, las palabras del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia her¡da por los pecados de sus hijos, que a un inmenso teólogo conciliar como Rahner le hacía decir: De hecho el documento conciliar, fiel a la realidad, es consciente de que la Iglesia es una Iglesia pecadora y no sólo de que en ella existen pecadores.– Hay que ver con qué alborozo reproducía EP estas palabras del papa a la vez que recogía el testimonio de un vaticanista italiano para quien la declaración papal es un ejemplo de honestidad intelectual, que incluye un agradecimiento implícito a los medios de comunicación que han infomado sobre los abusos de pederastia, por ayudarle a determinar la verdad y hacer limpieza de la Curia, que achaca los ataques externos a la mentalidad del 68 y al relativismo moral. Y esto a los pocos días de que la defensora del lector, de EP, Milagros Pérez Oliva, bajo el título Pederastia y papafobia, respondiendo a muchas y severas críticas de los lectores del diario a su línea papafóbica, anticlerical y de laicismo excluyente – no soy yo solo quien lo ha juzgado así- escribiera que es lamentable que títulares inexactos y falaces y un innecesario puntillismso sobre ciertos episodios de abusos hayan inducido a pensasr que el diario se ensaña con las dificultades de la Iglesia y empañar de este modo el buen trabajo realizado.