En Murugain y Tiebas (y II)

 

          Siguiendo por la carretera, pronto llegamos a Tiebas, pueblo asentado en el flanco noroeste  de las sierras Orraun y Alaiz, y famoso por las ruinas de su castillo-palacio. De planta rectangular, fue construido sobre un cerro al nordeste de la villa, en tiempos de Teobaldo II de Champagne (1253-1270), como punto de defensa y vigilancia de Pamplona y esporádica residencia real entonces y en  tiempos de Enrique I y Carlos II. Quemado y perdido en 1378 en las guerras con Castilla, estuvo abandonado hasta mediados del XV, cuando Juan II lo donó a Juan de Beaumont, gran prior de San Juan en Navarra, que lo hizo reconstruir. En 1494 fue recobrado por las tropas del rey Juan de Labrit y, tras la conquista del Reino por Fernando el Católico, volvió a los Beaumont. Edificio de dos pisos, tenía cuatro garitones rematados en chapiteles puntiagudos emplomados, un patio central de armas  y dos cuerpos o alas residenciales a los dos lados, con sus cámaras y chimeneas de estilo gótico. Semi abandonado de nuevo a comienzos del XVII y propiedad de los Alba, en los primeros años del XIX todavía se mantenía en pie. Durante la guerra de la Independencia contra Napoleón hubo aquí varias escaramuzas bélicas, que dañaron el conjunto.  Bien restaurado hace un cuarto de siglo, quedan de él vestigios de la muralla exterior, algunos murallones arruinados con contrafuertes, arranques de bóvedas con nervatura gótica, mutiladas, y una bóveda subterránea de una bodega de piedra, que las excavaciones llevadas a cabo a finales del siglo pasado sacaron a la luz.

La explanada del cerro, sobre la que se levantó el castillo-palacio, de 6000 metros cuadrados, acogió la Edad del Hierro un castro celtíbero, enclavado estratégicamente en la entrada de la hoy Cuenca de Pamplona,  entonces  un propicio espacio agrícola cerealista  y un área de comunicaciones varias, con importantes castros como el llamado posteriormente Irulegi y otros similares. Castiella lo estudió en los úlimos noventa, igual que la ermita aledaña de Santa Catalina, a sus pies, y halló fragmentos celtibéricos del Hierro Medio, y molinos de mano, junto a ladrillos y baldosas de tipología gala. El agua la tenían en el pequeño y cercano riacho, hoy llamado Besaire, al oeste del promontorio. Parece evidente que todos los útiles defensivos del castro fueron reutilizados en la construcción del castillo, que oculta bajo sus bases todas las infraestructuras de aquel. En los paneles que explican los diferentes espacios del palacio, donde se suelen representar escenas cortesanas y bélicas medievales, no se menciona el poblamiento anterior.

El concejo de Tiebas perteneció también al Valle de Elorz oficialmente hasta el año 1845, aunque ya antes era villa separada, hasta que, como quedó dicho ayer, formó junto con el concejo contiguo de Muruarte de Reta el ayuntamiento dual en 1943. La iglesia de Santa Eufemia, gótica rural del XIV, está consagrada, como otras igesias parroquiales de Navarra, a la mártir de Calcedonia, con tradicional culto en Francia. El municipio ha crecido mucho estos últimos años, doblando el número de habitantes que tenía en 1900, hasta llegar a 727, para quedarse ahora en 640.

Otra de las singularidades de Tiebas, un pueblo muy nuevo, cuidado y adornado a los ojos inocentes del visitante casual, son las canteras, próximas en 500 m. a la población. Se trata de la cantera -lugar y organismo- La Morena, que explota calizas eocenas en la ladera noroeste de la sierra de Alaiz, fuente principal de abastecimiento de áridos calizos para la construcción en Navarra. Las empresas titulares de la misma son Ceyta, Canteras de Alaiz y Canteras de Uncona, sociedades anónimas las dos últimas. En 2005 se firmó un convenio entre el ayuntamiento, el concejo de Tiebas y dichas empresas en orden a garantizar la explotación de la caliza y alcanzar niveles satisfactorios de bienestar. Modificaciones y actualizaciones de dicho convenio han venido acordándose hasta el día de hoy.