Entre independentistas y «progresistas»

Que los independentistas de todo género y especie, apoyados por muchos soberanistas, reciban de uñas la decisión del TS de vetar la presencia de Sortu era cosa prevista. Les costó muchos años rechazar a ETA, y condenarla todavía más. Siempre o casi siempre estuvieron en contra de extradiciones, agravamiento de penas, redadas policiales, ilegalizaciones, y hasta de simples detenciones, juicios y condenas en ciertos casos. Hoy todavía muchos de ellos llaman a los presos etarras presos políticos. No andan lejos quienes no siendo independentistas ni soberanistas, acaso ni confederalistas o federalistas asimétricos, se han  tenido y tienen por progresistas. Su mínimo o nulo sentido de la Nación española y hasta del Estado; su lato concepto de la libertad frente al poder; su falso izquierdismo, que los lleva a sostener que Batasuna-ETA es un movimiento de izquierda y de progreso; a veces su anarquismo o, mejor, su natural anarquidad; a veces su pretendido cristianismo radical; y en ocasiones su ligero y pimpante señoritismo o su cobardía, que los hace propensos a jugar a todos los palos, a verlas venir, a quedar bien en ciertos ambientes, o a ser más modernos que nadie… los conduce a seguir la pauta de los independentistas y de acompañarlos en todos sus avatares. Sean gente de la calle, periodistas, políticos, fiscales, jueces o  eclesiásticos. Un día aplaudieron y hasta votaron a ETA-Batasuna.  Después se callaron. Luego gesticularon un alejamiento. Ahora elogian la buena dirección de Sortu, su rechazo de la violencia hipotética, y  en los mejores ratos muestran su veleidad, que no voluntad, de que ETA desaparezca (¿por arte de birli-birloque?), aunque no hacen ascos a que ETA continúe como guardián del proceso (de diálogo y negociación para el indiscutible derecho de autodeterrninación, con única salida a la independencia), que es de lo que se trata, como manda el Acuerdo de Gernika.