Entre Larraga y Artajona

 

         Otro día de frío y de sol primaveral en este oasis de enero. Pasamos por Berbinzana, nombRe muy romano, cerca de Las Eretas, la primera exposición en Navarra de un poblado de la Edad del Hierro, al que volveremos hoy, si tenemos tiempo. Y seguimos hasta Viveros Villanueva Vides en término de Larraga, donde entre adelfos, olivos, pinos, cipreses, acacias… sus dueños han levantado un hórreo, un dólmen alto, unas chozas de apariencia antigua. En una viña adjunta vivaquean muchas especies de vid: prensal, giro ros, moscatel, garnacha, malvasía…

Seguimos fuera de las tierras aluviales de la villa, en un contorno de campos de labor, ya en herbales o recién cultivados, entre un laberinto de cabezos y mogotes, algunos de ellos pinados, lomas y altozanos, con amplias pistas, hoy sin tráfico alguno, y red de depósitos de agua y maquinarias de riegos, que han dejado las acequias, por donde pasa el agua, llenas de carrizos. Solo vemos pasar un grupo de jilgueros y perderse en el aire dos o tres alondras

Tomamos como guía uno de los itinerarios de Julio Asunción. Por el norte nos cierran el paso la mole de Montejurra y la muralla lineal de Lokiz. Más cerca,  la torre de la iglesia de Larraga parece apoyarse en un montecillo de pinos o o el monte levantar hacia el cielo una  pesada mano de piedra.  En el termino de Biorrada, encima de una  acequia, y debajo de un mogote calizo, casi oculto entre las hierbas altas, vemos el menhir, descubierto en 2007 por J.Bolea. Mide algo más de metro y medio, y no sabemos cuál era su lugar original y su función en él.

No lejos de allí, en un altozano, llamado Corral de las Cabras por el viejo corral cercano, con su semiderruida cabaña de piedra con bóveda, no lejos de un pinar al note del mismo, vemos una cista, algo elevada sobre un pequeño túmulo, con una laja vertical inclinada en medio, y matas de tomillo y romero entre las piedras desordenadas. En otra loma cercana, otra cista, más visible, con lajas más regulares, presenta la figura clasica de las urnas de los cementerios de la Edad del Hierro, que guardaban los restos de las personas inhumadas y algunos objetos típicos de su choza y su trabajo. Debió de haber aqui un cementerio de urnas, contiguo a algún poblado que desconocemos, porque los conocidos de Artajona y Larraga están demasiado lejos. En frente, al noreste, tenemos el mural de Artajona, con la iglesia de San Saturnino borrando el Cerco que parece contenerlo. Por el  sur, nos sorprende un Moncayo azul, sin nieve, y allá lejos,el vértice del San Lorenzo riojano

Desde el Alto hemos visto junto al camino una gran losa hincada en tiera y grandes piedras a su lado, a las que se agarran unos rutilantes cardos de Siria. ¿Será otro dolmen? Me dice Javier Armendáriz que son losas  areniscas removidas de alguna obra o de la concentración de fincas,  y que la vertical lo está por casualidad, con muestras evidentes en la parte alta de golpes de pala o arado grande, y sin las típicas señas de las piedras areniscas a la intemperie durante siglos.

Todo el resto que nos queda de la tarde andamos buscando el dólme que sabemos está en los próximos Altos de Jugondo. No hay sendero ni camino que vaya hasta él. Damos vueltas y revueltas por campos recién cultivados, rodeados de pinares. Por fin, pasando por trozos baldíos de terreno, abundantes en cados de conejos, vemos unas piedras lejanas, cercanas a otras grandes losas en un altillo próximo, y pensamos que allí está el dólmen: de lejos tiene toda la pinta, bajo una gran ezponda pedregosa. Le da el penúltimo sol y nos parece precioso. Pero la foto que presenta Asunción son cinco grandes piedras, mucho mayor la que hacía de cubierta, dispersas entre el romeral y el tomillar, en un terreno llano.

Volvemos por Larraga y Mendigorría: una solana horizontal al último sol de la tarde. Y entre Mendigorría y Puente recuerdo por fin la palabra reventones, que llamábamos en Mañeru a los cortados sobre el Arga, que, supongo, han ido reventando algo más en estos últimos ochenta años.