Me invita mi amigo Luis , el primer día que se abre el perímetro navarro, a una visita a Logroño, en la que podamos visitar también la capilla de San Gregorio Ostiense, que yo no conozco y él sí, como devoto cofrade que es del santo de Sorlada. Primeramente se encarga de invitar a dos ilustres eruditos artistas o artistas eruditos logroñeses, Federico Soldevilla y Taquio Uzqueda, que han sido y son todo en la capital riojana, que conocen como su propia casa.
Nos encontramos todos, un esplendente día de mayo, ante la Puerta del Revellín o Puerta de Carlos V, la única que queda de las antiguas que servían de acceso a la ciudad, parte de las murallas del siglo XII, bajo un gran escudo imperial, ya muy deteriorado. Escenario que sirve cada año, en las fiestas patronales de San Bernabé, para evocar la gesta de los logroñeses en 1521 contra las tropas francesas y agramontesas navarras que habían vuelto a reconquistar el Reino de Navarra y se pasaron un pelín. La Cofradía del Pez reparte ese día peces, panes y vino, alimentos que sirivieron en su día a los patriotas castellanos sitiados tras estos muros. Avanzamos lentamente por la calle vertical, oeste-este, bien llamada Barriocepo, barrio de mala fama en tiempos, que continúa por Ruavieja. En ellas se encuentran monumentos excelsos y tienen su sede instituciones y servicios muy importantes de la urbe: Parlamento de la Comunidad, que conocí en sus inicios; chimenea de la antigua Tabacalera; rectoría de la UNED; Dialnet, el servicio cultural más universal de la Universidsd de la Rioja; la Asociación Riojana de Amigos del Camino; el Albergue de Peregrinos; el fastuoso Museo del Vino; la casa de doña Jacinta Martínez de Sicilia, duquesa de la Victoria, esposa del general Espartero, a quien conoció en Pamplona… El ayuntamiento de la ciudad y la Comunidad Autónoma de la Rioja han hecho mucho, como se ve, por la rehabilitación de estos viejos espacios, tan complejos, pero nuestros guías riojanos reconocen que falta mucho por hacer y hablan con elogio de todo lo que que se ha conseguido en ciudades cercanas, como Pamplona y Vitoria.
Nos detenemos un poco más en la iglesia de Santiago el Real, del siglo XVI, con dos imágenes del Apóstol en la fachada; iglesia muy vinculada al municipio logroñés, como que sirvió en tiempos de achivo del mismo. Retablo majestuoso. Torre lanzal de cinco cuerpos. Al costado del templo se abre una gran plaza y un mirador sobre el Parque del Ebro, de 72.000 metros cuadrados, la obra ornamental y ecológica de más aliento en la ciudad. En el pavimento de la plaza, popularmene llamada de la Oca, se encastra un curioso Juego de la Oca con motivos y lugares jacobeos. Cerca está la Fuente del Peregrino, recuerdo de otra anterior, rehabilitada en los ochenta.
De todos y cada uno de estos monmentos y riquezas materiales e imateriales nos dirán Federico y Taquio alguna o algunas palabras sabias y atinadas. Hasta que llegamos, ya casi al final de la Ruavieja, a la ermita de San Gregorio Ostiense, obispo de Ostia, cardenal de la Santa Iglesia Romana y legado del papa XVIII ante los reyes de Hispania, donde estuvo cinco años y fue conocido por el pueblo cristiano como milagroso remediador de las plagas del campo. En el mismo sitio donde estuvo la original, de 1643, se inauguró la ermita nueva, 9 de mayo de 1994, en el 950 aniversario de la muerte del santo (1044), que tuvo su casa en Logroño a unos metros de la ermita. Mínima de espacio, acoge esta un cuadro del santo, restaurado a expensas de los Rotarios de Logroño, además de una escultura del mismo. En la inauguración de la ermita no faltó el párroco de Sorlada, en cuya grandiosa basílica barroca descansan los restos del santo, trayendo en sus manos el busto-relicario, revestido de plata, por donde pasa el agua de la devoción popular en las mañanas de romería. El agua milagrosa de San Gregorio era un lugar común entre nuestros paisanos. Su fama traspasó todas las fronteras entre los siglos XVI y XIX, y el templo de Sorlada fue centro de continuas, innumerables peregrinaciomes. Hoy queda de todo aquello la devoción de unos piadosos cofrades en Sorlada, pueblos aledaños y en Logroño, como son mis tres acompañantes. Luis, que es de Olejua, todavía presume de que la sabia mula que trasportaba desde Logroño los restos del santo, según este había previsto, quedara agotada del viaje en el monte Piñalba, no lejos de su pueblo, donde debía levantarse el santuario.
Tras visitar uno de los muchos calados del Casco Viejo logroñés -bodegas de piedra, en forma de medio cañón, con sus lagos, prensas, etc., preparados para eventos sociales y de empresa-, terminamos la mañana con un vino agradecido en el modernista Café Moderno (1916), otro lugar típico e histórico de la ciudad. Donde hablamos sobre todo de la Rioja, y donde dejo constancia de mi admiración y de mi cariño por la ciudad y por la Comunidad riojana , tan varia, tan rica, tan bella, que tantas veces he visitado y espero seguir visitando.