Es un sintagma habitual de nuestra habla cotidiana, que viene a significar una actitud que podemos calificar como cerrazón, mezquindad (pettiness, narrowness) y hasta intolerancia. Pocas ocasiones de la vida públlica. tan propicias para tal actitud como éstas postelectorales, donde se sueñan, desean, preparan, combinan, discuten, proponen, amenazan, intercambian … gobiernos municipales, autonómicos o nacionales.
No es fácil tener en esas ocasiones una visión abierta, amplia, generosa de la realidad. Los intereses personales, grupales, partidistas…,, siempre parciales, son las ramas oscuras del árbol que no dejan ver el bosque. ¿Qué importan entonces la Unión Europea, las víctimas del terrorismo, el futuro de la Nación, las perniciosas consecuencias del falso derecho a decidir, y hasta el principio supremo de la convivencia democrática, fin primero de toda sociedad? Cito sólo los extremos más habituales de la propaganda electoral y preelectoral, que estos días ni se nombran, como si fueran un tabú, como si fueran los despertadores de la mala conciencia.
Sí. Las miradas se estrechan. Los corazones se encogen, entre la justa ambición, la codicia y el miedo. Y la política se desnaturaliza: ya no es la ciencia y el arte de la polis, de la comunidad. Ya es otra cosa.