Esa ética -que da título al último libro de la admirable Adela Cortina- es la de la común ob-ligación que, aun sin sanciones ni mandatos externos, nos une y compromete a todos los seres humanos. Ésa, que todos la vivimos (entendemos, queremos y sentimos) como un vínculo común indesligable, del que surge el deber y con él el derecho. Es la ética que necesitamos como personas cívicas, miembros de la polis-civitas-ciudad-comunidad en la que vivimos y de la que somos los protagonistas. La que debe trasmitirse, como mínimo exigible, en las familias, escuelas, iglesias, asociaciones, foros públicos de cualquier clase, aunque cada institución esté legitimada para educar en sus máximos. Es la ética que forja el carácter, nutre la convivencia, hace posible el diálogo, va formando y consolidando la sociedad. Ésa, o cualquier otra, si sólo es mejor y compatible con ella.