El evangelista Mateo, inspirado seguramente en las traducciones populares sobre la linfancia de Moisés, construyó el Evangelio de la infancia de Jesús en paralelo con el del caudillo hebreo. Jesús es presentado como nuevo Moisés, legislador, maestro y padre del nuevo Israel. Y, si Jesús es el nuevo Moisés, Herodes el Grande es el nuevo Faraón. Si Lucas hace aparecer a los pastores como los primeros que oyen la buena noticia y adoran al nuevo Salvador del pueblo judío, Mateo pone en escena tres magos de Oriente, los primeros representantes de las naciones gentiles, que buscan y encuentran al Salvador de todos los pueblos de la tierra.
Estos magos, astrólogos, sabios, cultivadores de ciencias ocultas, guiados por una estrella -que solía señalar el nacimiento de un dios o de un hombre divinizado-, preguntan en Jerusalén por el rey de los judíos, título que Roma concedió a Herodes muchos años antes, y que por eso mismo le llenó de turbación. Se repite la historia de Moisés en Egipto. Mateo se inspira también para la parábola de los Magos en el mago y profeta pagano Balaán (libro de los Números, 22-24), que llegó de Oriente, llamado por el rey de Moab, Balak, a fin de que le ayudara en su lucha contra Israel. Pero Balaán no maldijo al pueblo judío, sino que profetizo una y otra vez a favor del mismo, y en su último oráculo vio cómo avanzaba por el cielo la estrella de Jacob y como subía el cetro de Israel. Los magos llegarán hasta Belén y adorarán a Jesus, mientras burlarán los propósitos de Herodes, como Balaán burló los de Balak, antecedente del rey romanizado de Judea.
Relacionada también con Moisès es la siguiente parábola de la matanza de niños, ordenada por el nuevo Faraón, y de su epílogo, la huída a Egipto: un verdadero juego literario. Moisés huye de Egipto hacia la Tierra prometida, mientras Jesús huye de esta hacia el Egipto de José y de Moisés.
Fue en Belén de Judea,
en tiempo del rey Herodes,
cuando nació Jesús.
Unos Magos de Oriente,
de Persia, de Arabia o Babilonia,
astrólogos, científicos, letrados,
delegados simbólicos de todos los fieles creyentes
fuera de Israel,
que buscaban a Dios por medios naturales,
llegaron a la capital judía,
guiados por la luz de una estrella,
preguntando por el rey de los judíos.
que acababa de nacer.
Igual que el profeta Balaán.
que llegó de Oriente
y desbarató los planes de Balak, monarca moabita,
al ver en el cielo la estrella de Jacob y el cetro de Israel,
los Magos desbarataron los planes del rey Herodes,
-el nuevo Faraón y el nuevo Balak-,
enemigo de Jesús.
Guiados por la estrella, llegaron a Belén
y adoraron al Dios que buscaban.
Prosternados ante él, le rindieron homenaje
como a Dios y como a Hombre,
con el oro de la fe,
con el suave incienso de la oración
y la mirra, que evocaba
el cuidado y consuelo del sufrimieno humano.