Frases célebres (I)

No soy ni de lejos un Leon Bloy para poder arremeter con éxito contra los lugares comunes, pero, acostumbrado como estoy a éste género, me entretengo a ratos en desbaratar o, al menos, en poner en cuestión ciertas frases célebres o, mejor, frases de personas célebres, o  sólo atribuidas, para que nadie se vaya por ahí de rositas con ellas:

La multitud ha sido en todas las épocas de la historia arrastrada por gestos más que por ideas. La muchedumbre no razona jamás (Gregorio Marañón).- ¿Quién conoce tan a fondo todas las épocas de la historia? ¿Es imposible acaso que una muchedumbre razone? ¿Tampoco cuando vota? ¿Una muchedumbre de académicos, sí?

Si tenemos un «porqué« en la vida, podemos afrontar cualquier «cómo» (F. Nietzsche).- Muchas veces hay porqués que exigen un cómo correspondiente y no toleran cualquiera de ellos.

Las ideas son el uniforme vistoso que se les pone a los sentimientos y a los instintos. Una costumbre indica mucho más el carácter de un pueblo que una idea (Pío Baroja). – Los sentimientos, los instintos y las ideas están mucho más conexos de lo que creía el novelista vasco-madrileño: la metáfora del uniforme es muy desafortunada. Una costumbre encierra no sólo  instintos y sentimientos, sino a la vez ideas. Sin ideas no hay costumbres.

La fuerza social de una persona que tiene convicciones equivale a las de 99 que sólo tiene intereses
(J. Stuart Mill). –  ¿Y por qué no a las de 9.999? Pero ¿es que acaso las convicciones se oponen de por sí a los intereses? ¡Cuántas personas tienen convicciones firmes sobre sus intereses y ajenas también a sus intereses!

Es preferible una extrema brevedad mejor que una gran mentira (Leonardo da Vinci). – La mentira puede ser igualmente de una extrema brevedad.