Cuenta el célebre y benemérito cardenal arzobispo de la Habana, Jaime Ortega, que en julio de 2012 el papa Benedicto XVI le recordó su visita a Cuba y su encuentro con el presidente Raúl Castro: Es un hombre que quiere llevar adelante varios cambios. Hay que ayudarle. La Iglesia tiene que estar por el diálogo. La Iglesia no está en el mundo para cambiar gobiernos, sino para penetrar con el Evangelio el corazón de los hombres. Ese debe ser siempre el camino de la Iglesia. Recordó estas palabras el mismo Ortega, en el Cónclave Vaticano, al cardenal argentino Bergoglio, poco antes de que éste fuera elegido papa, quien levantó las dos manos y le comentó: Esta frase del papa Benedicto es para ponerla en una pancarta a la entrada de todas las ciudades del mundo. Ya papa, Francisco se reunió con Obama el 27 de marzo de 2014; allí, entre otros compromisos, acordaron el fin del bloqueo económico a Cuba. Lo cierto es que tanto Obama y su secretario Kerry, igual que el presidente Castro, no han perdido ocasión de agradecer el papel intercesor del papa para el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos de América. Los obispos cubanos, que siempre se opusieron al embargo, desean también que se retire a Cuba de la lista de paises terroristas, al tiempo que solicitan medidas concretas de respeto a los derechos humanos. Por ejemplo, normas efectivas contra la explotación sexual; facilitar la reunificación familiar; mejorar las condiciones de los presos comunes… Y cambios profundos, como la liberalización económica, la reducción del Estado hiperburocrático, y la celebración de elecciones. No es poco. Pero todo esto sin lo anterior nunca hubiera sido posible.