En varias de mis entregas navideñas, he aludido, de una u otra forma, a la vieja costumbre de muchos españoles, poco acostumbrados a la Biblia, de leerla (y escucharla) al pie de la letra, en el sentido literal de la palabra. Solían los santos Padres distinguir en la lectura y meditación de la Biblia el sentido literal, el sentido moral y el sentido alegórico, más el propio personal espiritual en cada caso, dando más importancia ora a uno, ora a otro. La Reforma luterana, con su princpio de Sola Scriptura, dio un gan impulso al sentido literal, y en tiempos de la Ilustración los exégetas alemanes llevaron al extremo tal actitud e innovaron grandemente los métodos de la investigación histórico-crítica, que, andando el tiempo, se dividió en la historia de las formas (géneros literarios), historia de la redacción, historia de las tradiciones… El movimiento pasó después a Inglaterra, y desde Europa a los Estados Unidos de América, que hoy es el centro neurálgico de toda exégesis bíblica, lo mismo en los centros católicos que protestantes o independientes. Allí nació el Movimiento del Jesús histórico, activísimo en el día de hoy.
Durante el llamado Segundo Despertar, en la década de 1790, hubo una nueva y más radical reacción frente a los valores racionales de los aristocráticos Padres Fundadores, deístas reconocidos, y contra la crítica, a veces excesiva, de la lectura tradicional de la Biblia. Durante la década de 1840, Charles Finney (1792-1875) llevó esta espiritualidad fronteriza a las clases medias y a mediados del siglo XIX el cristianismo evangélico, basado en la lectura literal de la Biblia se convirtió en la religión dominante en los Estados Unidos de América. En ese tiempo, un inglés, John Nelson Darby (1800-1882), que había fracasado en su tierra, tuvo un gran éxito en el nuevo continente, como creador y propagador del premilenarismo, siguiendo al pie de la letra el extraño libro del Apocalipsis y algunos difíciles textos de san Pablo.
La lucha se extendió después en América y en Europa contra la teoría de la evolución de Darwin y todavía más contra la alta crítica de la Biblia. Charles y Arcibald Hodge, Benjamin Warfield, Dwight Lyman Moody, M. B. Lambdin, Martin E. Marty, R. Scott Appleby… son nombres de teólogos, predicadores, publicistas, que defendieron por todos los medios, incluso con obras escritas monumentales, emisoras de radio, periódicos, escuelas, institutos, universidades…, la verdad literal de la Biblia, que se atiene a los hechos. Era toda una forma de religiosidad popularmente llamada fundamentalismo, cuyo objetivo es volver a los fundamentos de su fe: una interpretación literal de la Sagrada Escritura junto con un grupo de selecto de doctrinas esenciales, en un empeño decisivo que interpretan como una guerra entre las fuerzas del bien y del mal. En los años 20 del siglo pasado, los Parlamentos de los Estados de Florida, Misisipi, Tennesse y Luisiana aprobaron leyes para prohibir la enseñanza de la evolución en las escuelas públicas…
El fundamentalsmo tiene también una larga historia en el Judaísmo y en el Islam contemporáneos. No es que sea inexistente en el Catolicismo, pero es mucho menos inquietante gracias al carácter más moderado de la exégesis blíblica católica en los siglos pasados, y, después, a la equilibrada doctrina del Concilio Vaticano II. Conocidos son los grupos fundamentalistas, poderosos e influyentes, que en nuestros días apoyaban y apoyan a Trump en Norteamérica, a Bolsonaro en Brasil, y, de vez en cuando, a caudillos extremosos de Guatemala y otros paíeses de Centro y Sur América.