Hace unos meses, en una revista española muy popular podíamos leer cosas como éstas: Los sacramentos en la Iglesia ya no significan casi nada para la inmensa mayoría de quienes aún participan en ellos. Un signo que deja de significar ya no es un signo, sino un juego de magia. (…) Sostengo que muchos de los comportamientos de sacerdotes y laicos durante la celebración eucarística son fundamentalmente mágicos, no religiosos. (…) Nadie entiende nada. A lo que más me recuerdan nuestras misas es al teatro del absurdo de Beckett. Y esto no lo escribe un anticlerical, ni un antieclesial, ni un antirreligioso, ni un ateo-antiteo, sino un sacerdote joven e ilustrado, de una estirpe ilustrada, escritor preclaro, que se llama Pablo d´Ors. Y lo escribe en la revista católica más leída en España e Hispanoamérica, Vida Nueva.. El escritor dice luego cosas elementales, pero olvidadas: que los símbolos sacramentales son el pan partido, repartido y comido… y el vino repartido y bebido. (¡Ver mis versos del último Corpus Christi!). Lo que debe hacernos pan y vino para los otros. ¿Y a qué viene, se pregunta luego, reservar la eucaristía en un sagrario? Pablo no lo dice, pero en los primeros tiempos se reservaba sólo para los enfermos y viajantes, que no podían asistir a la celebración. Habría que comenzar desde el principio, arguye luego, y explicarlo todo como si fuera la primera vez, interpretando estos símbolos y ritos como de valor universal, aptos para todos, cristianos o no, con todo su poder tranformador del alma humana. Y por dos veces, además de en el título, se pregunta: ¿Pero habrá en la Iglesia alguien que se atreva?.- Yo me atrevo a responderle: sólo un concilio futuro, que debiera ser próximo, se atrevería a ello. Pero, claro, algunos o muchos podrían ir preparándolo. Como algunos, en zonas fronterizas, comenzaron a atreverse en tiempos del último Concilio.