¿Hay muy pocos ateos de verdad?

 

     El filósofo catalán Antonio Fornés, autor de Creo, aunque sea absurdo, o quizás por eso, nos recuerda que Nietzsche nos advirtió que no puede acabarse con la idea de Dios en la sociedad y seguir como si nada hubiera pasado, al faltar el fundamento de cualquier moral o escala de valores. Por eso nos presenta en La gaya ciencia aquel loco que, a plena luz del día, busca a Dios y acusa a los hombres de haberle matado, gritando cómo hemos podido vaciar el mar y quién nos ha dado la esponja para secar el horizonte. Fornés, siguiendo de cerca a Zubiri, constata que es muy duro ser auténticamente ateo: Significa admitir que la existencia es un absurdo sin sentido y que nuestra vida es fruto de un mero azar estadístico; que estamos solos sin posibilidad de consuelo, y que nuestro sufrimiento tendrá como único premio la tenebrosa carcajada de la nada. Pero hay muy pocos ateos de verdad. Occidente ha abandonado al Dios de nuestros padres para reemplazarlo por los dioses menores y mezquinos de la modernidad: el fútbol, el nacionalismo, la tecnología…