Hayedos

 

         Estos días, están llegando a su esplendor primaveral los hayedos navarros. Los hayedos, con 135.000 Ha de superficie, ocupan un tercio de la masa forestal de Navarra, y representan un 32% del hayedal español. El nuestro es el más productivo en madera, pastos y leña. Ahora cumple ocho mil años de edad,

De corteza gris ceniza claro, gentil talla entre 30 y 40 m., copa densa y amplia, hojas ovaladas o elípticas, color verde exultante, y madera ligeramente rosada, el haya es el árbol navarro por antonomasia, el árbol símbolo de Navarra. Le gusta escalar las haldas de los montes, preferentemente entre los 800 y los 1.200 m. de altura. Friolera, sólo pasa excepcionalmente de los 1.000.

Sus mejores bosques, los más puros, están en Urbasa; en la división cantábrico-mediterránea, que va de Aralar a Roncesvalles,  y en los valles pirenaicos transversales, desde Esteribar al valle del Roncal. Huyendo del calor, se refugia también en las vertientes septentrionales -umbrias o pacos- de las sierras de Lókiz, Codés, Alaiz, Izco, Ízaga, Illón y Leire, entre una mayoría de robles, quejigos o pinos. Ahí vemos, sin asombro y sin temblar,

                                                                   un hayedo en un pinar.

Crece fácilmente sobre toda clase de suelos. Pero, como tiene raíces poco profundas, mala conductividasd en su aparato vascular y sufre una fuerte transpiración por su abundante follaje, especialmente en verano, necesita mucho aire fresco, y le viene bien la respiración asistida que le dan las nubes bajas y las nieblas.

Sus habituales invitados, muy selectos. son: fresnos, tilos, castaños, sauces, abedules, arces y robles, y en el sotobosque: helechos, acebos, bojes, brezos, aleluyas blancas, verónicas, mercuriales, heléboros, espinos blancos, endrinos o fresas silvestres.

Al norte de la sierra de Abodi se extiende unos de los hayedos-abetales más vastos y bellos de Europa (Bosque de Irati), y en los valles pirenaicos el haya cohabita con pinos silvestres, abetos y robles.

En otoño, las hayas, bellísimas en su madurez, se sonrojan de su propia belleza y se vuelven más bellas aún. Se convierten en hadas.

Y todo el hayedal en un bosque encantado.