Tres amigas de Isa Solá, Maite, María y Yudith escribieron tras la muerte violenta de Isa, una columna ejemplar en una revista católica, de la que sólo puedo dar unos fragmentos: Ser hermanos y hermanas como único mandato para todos: es el Amor que hace así su sueño para nosotros; ser uno, todos, con todo, con Él. (…) Ser hermana reconocièndose hija, predilecta, objeto de la Pasión del Padre, que nos dice quiénes somos… y nos enseña a acoger su amor en cada persona, en cada situación, en la belleza y en la tragedia. Ser hermana en el seguimiento enamorado de Jesús que nos configura en Él a través de todo lo que vivimos y haciéndonos espléndidos, sacrificados, profundos, trasmisores de belleza y alegría contagiosa, encontrándoe la gracia a todo, reconociendo que todo es regalo. (…) Ser hermana con predilecciones: los pobres, los niños, los enfermos, capaz de de dejar atrás orígenes, familia, amigos, seguridades; de superar tragedias, incompresiones, problemas, soledades… Frágil con los más vulnerables, con aguda sensibilidad y capacidad de suscitar su confianza. (…) Ser hermana en la audacia y la libertad, al ritmo del Espíritu, respondiendo a las necesidades con proyectos concretos, dejándolos en funcionamiento para comenzar otros. Rompiendo fronteras con la imaginación y las manos constantemente activas siempre en movimiento. Ser hermana en la entrega, sin medida, hasta e final. Hasta la última gota de sangre, en la vida y en la muerte. (…) El 2 de septiembre, nuestra hermana Isa Solá ha sido una de ellas. Su forma de vivir y morir se hace también para nosotros terremoto que rompe nuestra violencia, indiferencia, comodidad. Sentimos que su vida se hace Vida.