Hombres viejos

 

       Al contrario de los hombres nuevos, los hombres viejos viven no para los otros, para la comunidad, sino para sí mismos, para sus propios intereses. Por desgracia, el presidente del Gobierno español, maestro en el arte de engrupir, ha hecho suficientes méritos para ser el dechado, el modelo de los mismos. Ayer, por ejemplo, en Barcelona, junto al presidente francés, y frente a sus aliados separatistas catalanes que se le rebelaban por querer fijarles el fin de su proceso separatista, volvió a lucirse queriendo aparecer como el hombre nuevo, el hombre único, el hombre por excelencia. Comparó y equiparó a los manifestantes separatistas catalanes con los manifestantes de mañana, sábado, que en Madrid expresarán todo lo contrario: la fidelidad a España. al régimen de unidad y autonomía, a la Constitución. Su artimaña es la de aquel liderzuelo socialista navarro que, para estar siempre en el centro -en la centralidad, en la superioridad, en la perfección, en el mando-, nos ponía a los demás a su derecha y a su izquierda, de modo que nadie pudiera dudar de su singularidad. Así, Sánchez, el engrupidor, el divisor, el clasificador del bien y del mal…, aunque ponga boca abajo todos los criterios, todas las medidas, todos los valores políticos vigentes hasta ahora.