Ahora que nos enteramos de que un nuevo concejal de Madrid, a quien no han querido echar de su escaño, se refirió a la heroica Irene Villa con un repugnante tuit de su mente desvariada o perversa, es hora de rendir nuevo homenaje a esta víctima del terrorismo etarra que, siendo niña, le arrancó las dos piernas. Hoy, psicóloga, periodista, escritora, campeona de esquí adaptado, autora del superventas Nunca es demasiado tarde, y que acaba de dar a luz a su segundo hijo, ha tenido ante el bárbaro concejal unas palabras dignas e inteligentes que han causado gran impresión y muestran bien su talante y su talento. Hace unos meses, la revista VN, en un trabajo titulado Teresas de hoy, le entrevistaba, entre otras mujeres españolas, y éstas eran algunas de las respuestas de Irene.
Después de reconocer y explicar algunos de los momentos más duros de su vida, dice cuando le preguntan por el odio y el rencor: La única salida para gestionar cualquier tipo de resentimiento es el perdón. El odio no les llega a quienes te hicieron daño, sin embargo a uno mismo puede estar lastimándole de por vida. Es fundamental decidir que ya no te duele el atentado o la maldad porque decides perdonarlo. El proceso es mágico, como un click que te deja libre de ira y resentimiento.
Tras interrogarle si tiene algún tipo de fe: Siempre creí en el ser humano como autor y de su cerebro, su destino. Pero han sido muchas ocasiones en la que la esperanza y la fe han llegado donde yo no tenía esa capacidad. Desde que soy madre, siento que hay algo mucho más grande que nosotros.
Sobre su opinión íntima acerca de la figura de santa Teresa: Admiro su labor, sus meditaciones, sus visiones… Creo que tantas pesonas consagradas han hecho mucho trasmitiendo su energía, su esperanza, y sé que todas esas oraciones llegan a quienes las hemos necesitado. Así lo he sentido en mi propia piel.
Y acerca de su humor, que acaso comparta con el de la santa…: ¡Seguro! El humor consigue hacer magia. Pinta sonrisas donde puede haber miedo o dolor. También de ver la vida como un regalo tan fugaz, que no hay que dejar pasar ni una oportunidad. Y de la constancia, que a veces roza la tozudez, que han alimentado quienes me decían: «Tú no puedes».