El uso del horno en Navarra fue uno de los monopolios que solían reservarse en tiempos antiguos el rey o señor y devengaba una tasa -el fornage-, que obligaba a los villanos, no a los hidalgos y francos, salvo dispensa.
Todavía en muchos pequeños pueblos de la Montaña navarra aparecen en la pared trasera o lateral de las casas las bovedillas caleadas, hechas de mampuestos, de los hornos exteriores, protegidos por tejaroces, sostenidos por una armazón de troncos de madera, y a veces sustentados sobre el barandal de los balcones.
Pero ya no se hacen hornadas en las casas particulares. No se calienta el horno con sarmientos, chaparros o coscojas; ni se retiran las brasas; ni se barren luego las losas de la solera, como tantas veces he visto hacer a la tía Cruz y al tío Valentín en su horno público, en mi pueblo.
Todos vamos ya a comprar el pan de cada día o de cada semana. O esperamos a que nos llegue cada mañana, lo mismo que el periódico.