Todo huele (y duele las más de las veces) a final de legislatura: La carrera casi olímpica del Gobierno sanchista por rematar un ingente número de leyes que le respalden a la hora del voto. El empeño, casi histérico, de PODEMOS por proteger y defender su parte alícuota de poder, lo mismo del PSOE que de Yolanda Díaz. La loca aventura de esta última por autoprotegerse y encumbrarse, sacando de las piedras pan. La obsesiva solicitud de los partidos independentistas y confederalistas (ERC, BILDU, PNV…) por cobrar en especie cuanto antes su hipócrita y venal voto favorable a los Prespupestos Generales del Estado, del Estado que quisieran ver desaparecer. La similar y casi monocorde preocupación del PP, demasiado confiado en su nuevo jefe más que en sus nuevas políticas, por echar -esa zafia expresión barriobajera y xenófoba- al sanchismo del poder. La nerviosa inquietud de todos los pequeños partidos arrimados hasta ahora al poder gubernamental. El no disimulado miedo de ciertos barones socialistas de tener que ir a morir al palo de su secretario general en ocasión electoral, antes que poder exhibir los logros de sus hazañas autonómicas. El rechazo general de lo que se llama ciudadanía ante el aumento de todos los precios. El hartazgo en unos y en otros, pero también frentista e interesado, de la política frentista y provocadora exhibida en las Cortes. El escándalo, menos general, ante tanta mentira y falta de palabra gubernamental. El desprestigio cada día mayor del Gobierno, de las Cortes y del Poder Judicial. El deterioro del lenguaje de los políticos, copiado por los periodistas, que confunden cesar con destituir, y que se pasan media vida soñando en que unos cesen y a otros destituyan, con tal de no ser ellos mismos las víctimas …
Todo huele (y duele las más de las veces) a final de legislatura.