Como ha dicho muy bien Cristina Ibarrola, la alcaldesa por UPN de Pamplona, ella misma ha sido el precio del impuesto revolucionario pagado por Sánchez-Chivite a Euskalherria Bildu por los votos separatistas a la investidura del Gobierno.
Los 37 años de ganar la Unión del Pueblo Navarro las elecciones municipales en Pamplona eran demasiados años para que tanto el PSN, siempre derrotado y ahora en tercer lugar, como Bildu, ahora en segundo, no esperaran ansiosos la hora de la revancha. Ya que no podían ganar ninguno de ellos a UPN, han podido al fin ganarle entre los dos, sumando otros dos partidos residuales y dejando patas arriba la decencia y la más elemental ética política, no digamos la constitucional.
En un artículo que estoy escribiendo sobre el acontecimiento más triste de nuestra última historia, digo lo esencial:
Bildu entronizó a María Chivite, y sabían ambos lo que hacían. El PSN no votó en junio un alcalde bildutarra para que Pedro Sánchez no perdiera las elecciones generales. Bildu votó después a Sánchez, y sabían ambos lo que tramaban. Todo estaba atado y bien atado.