Resulta que algunos cerebros ingeniosos, crean o no en la inmortalidad de los mortales en la otra vida, por obra y gracia de Dios, se han inventado una especie de inmortalidad en este mundo vinculada a la inmoralidad tradicional de la fama y a la cotidiana y protocolaria del nunca te olvidaremos. La llaman inmortalidad numérica.
Se trata, con la ayuda de la Inteligencia Artificial (IA), de crear un personaje virtual que se asemeje al original, con multitud de datos que que pertenezcan al difunto, por medio de una persona, designada por este para llevar a cabo ese programa inmortalizador, o por medio de una empresa, que cumpla esa misma tarea, con ayuda de la familia, los amigos, los socios, los alumnos, los compañeros o correligionarios del fallecido. La variedad de la inmortalización es amplísima: obras escritas, testimonios orales y gráficos sin límites mensajes de condolencia, de amor, amistad, gratitud, recuerdo… Conversaciones cotidianas, si se quiere. No ya un duelo digital, como se le ha llamado, sino una celebración y exaltación constante, una intercomunicación humana y semi superhumana al mismo tiempo
Todo un mundo de comunicaciones de todo tipo en honor y gloria del personaje, reencarnado ahora en un cuerpo, si no angélico o espiritual, como el de los bienaventurados, según San Pablo (pneumatikós), sí cuerpo digital. No solo beatificado o canonizado tras la muerte por los suyos, que eso también lo hicimos antes o lo hacemos ahora, sino vivificado, presente entre nosotros, actualísimo siempre.
Una inmortalidad numérica. El epíteto se me queda muy corto.