La muerte de Jesús
Cuaderno de bitácora: 2 de abril de 2021
https://www.vmarbeloa.es/la-muerte-de-jesus/
Jesús ante Pilato
(Mc 15, 1-5; Mt 27, 1-2. 11-19; Lc 23, 1-5; Jn 18, 28-38; 19, 1-16)
A hora temprana,
los jefes de los sacerdotes, los ancianos del pueblo y los ancianos,
y todo el sanedrín,
tomaron la decisión de dar muerte a Jesús,
y, habiéndole atado,
le llevaron y entregaron a Pilato, el gobernador romano,
única autoridad competente en casos de pena capital.
*
Pontius Pilatus, del orden equestre –equites-,
la pequeña nobleza romana,
era Prefectus Judeae desde el año 26 de nuestra Era,
quinto de los Prefectos (gobernadores romanos), que rigieron Judea
desde el directo gobierno impuesto por Roma.
No era especialmente cruel ni odioso a los judíos
De su residencia oficial en Cesarea Marítima,
venía por Pascua a Jerusalén
y residía, esos días, en el palacio del rey,
una lujosa fortaleza, habitada un día por Herodes el Grande,
en la colina occidental de la ciudad.
Residencia y centro administrativo a la vez,
se llamaba Pretorio, la casa del pretor (el que va delante).
*
Fue un proceso sumario, celebrado extra ordinem,
por no ser Jesús ciudadano romano.
Informado por las autoridades religiosas sobre el reo,
el gobernador le preguntó:
–¿Eres tú el rey de los judíos?
(Era el título que llevaron los Sumos Sacerdotes asmoneos,
y el mismo Herodes el Grande.
Era el único título que interesaba al Prefecto romano,
pues podía ser motivo de perduellio, o alta traición,
y penado por la vigente Lex Julia de majestate).
–Sí, tú (lo) dices- respondió Jesús
en una respuesta matizada y reservada.
(-Vosotros decís que yo soy, escribe Lucas,
porque él no es rey como muchos querían que fuera)
Pero Pilato no entendió la respuesta como una negación,
y los sumos sacerdotes aprovecharon la ambigüedad del momento
y le acusaban de muchas cosas.
El Prefecto hizo caso omiso de las protestas,
y, en un acto de equidad,
como Jesús callaba,
trató de interrogarle nuevamente:
-¿No respondes nada? Mira de cuánto te han acusado.
Pero Jesús ya no respondió,
de suerte que Pilato estaba sorprendido.
*
Los cuatro evangelistas
recogen en este punto
la preevangelica tradición de Barrabás,
de nombre personal Jesús, quien, tras ser encarcelado,
tras un motín en la ciudad santa,
fue puesto en libertad por Pilato, en alguna fiesta judía anterior.
Al presentarlo aquí, de modo dramático,
quieren subrayar la grave injusticia
de condenar a un genuino inocente y liberar a un culpable pernicioso.
Enfrentan al Prefecto con una multitud,
que pide insistente la muerte del Maestro.
Pilato aparece subido a un estrado o tribunal
sobre un enlosado delante del Pretorio
–Litróstrotos, en griego, y en arameo, Gábbata–
saliendo y entrando, en diálogo continuo
con una feroz multitud de acusadores:
–¿Qué haré, pues, con el que llamáis rey de los judíos?
escribe Marcos sobre el nuevo intento del Prefecto
de salvar al reo nazareno:
-¡Crucifícale! -es el grito unánime de la turba-.
–Pero ¿qué ha hecho de malo?
-¡Crucifícale! -aúllan todavía más-.
Y entonces, el débil y cobarde Pilato,
deseando satisfacer a la multitud,
les soltó a Barrabás y entregó a Jesús,
tras haberle hecho flagelar, para que fuera crucificado.