Tres días antes de su muerte, tuve que terminar la conversación para que no se fatigase hablando. Le encontré ya en su casa, tras muchos días de estancia en San Juan de Dios, luchando con sus pulmones averiados, pero con muchas ganas de hablar. Me habló de su último trabajo sobre salud y medicina en Navarra, que había enviado a DN, demasiado largo según le dijeron, y prometió enviármelo al día siguiente. No me llegó. También yo le envié el borrador de mi último artículo para el que le pedía opinión. Ojalá le llegase a tiempo.
He compartido con José Javier muchas horas de trabajo en los últimos años, por medio de la revista PREGON y de varias iniciativas político-culturales, que compartimos. Le había conocido de lejos cuando era acalde de Pamplona y me hablaban bien de él mis amigos los concejales sociales de aquel tiempo, sobre todo Tomás Caballero. José Javier tenía en su propia familia personas que habían sufrido la guerra civil en diferentes bandos y eso le hizo entender mejor y muy pronto las diversas posiciones políticas. Le conocí después, algo más de cerca, a través de su trabajo en el Senado y en el Parlamento de Navarra, hasta que ya, tras nuestra común jubilación, temas comunes, político-culturales, muy por encima de la política partidista, nos incitaron y concitaron a trabajos comunes. Entonces conocí mucho mejor la intensa vocación médica de José Javier y sus frutos de investigación sobre la salud pública, muy reconocidos por todos con numerosos premios, y, pareja con ella, su vocación política, en forma de un intenso navarrismo, unido siempre a su españolismo en la unidad constitucional de la Nación española, de la que fue adalid a la hora de estudiar y a la hora de actuar.
Crítico siempre exigente, a fuer de fiel, a veces sus exigencias le valieron ciertos disgustos y ciertos alejamientos en su partido y fuera del mismo. Quien le conocía bien sabía que era el fondo de la cuestión y no solo la aspereza de las formas lo que allí importaba. Era muy serio en eso.
Hasta el último aliento de su vida vivió plenamente su vocación intelectual y vital de médico y político. Con la mayor dignidad.