El proyecto europeo cuenta con un fuerte apoyo entre los obispos católicos de la Unión Europea. Y asi se lo han hecho saber, en el transcurso de la Asamblea de primavera de la Comisión de Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE), reunida en Bruselas del 15 al 15 de marzo, al presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, cuando el político social-cristiano luxemburgués visitó a la Asamblea el día 14.
Junto a su compatriota, el arzobispo de Luxemburgo y presidente a la vez de la COMECE, Jean Claude Hollerich, ambos escenificaron el buen clima de diálogo entre las instituciones que representan y aprovecharon la cita para invitar a todos los ciudadanos europeos a participar en el debate político y a votar responsablemente en las próximas elecciones al Parlamento Europeo. Proteger y promover el bien común constituye, en su opinión, el principal objetivo de unos comicios cuyos resultados condicionarán las decisiones políticas que afectaran nuestra vida cotidiana durante los próximos cinco años.
Siempre han sido muy buenas las relaciones de los obispos católicos europeos con los presidentes de la Comisión Europea, casi todos católicos hasta ahora, y con los dos presidentes del nuevo Consejo Europeo en su fase ejecutiva, uno belga y el otro polaco, los dos de Partido Popular Europeo y católicos de confesión En presencia de los participantes en la Asamblea, Juncker, que fue muchos años presidente del Gobierno del Gran Ducado, se declaró ferviente defensor de la Doctrina Social de la Iglesia, a la que tiene como una de las enseñanzas más nobles de nuestra Iglesia, aunque -lamentó- forma parte de una doctrina que Europa no aplica con la suficiente frecuencia. Por eso, confesó su deseo de que se redescubran los valores y principios orientadores de esa Doctrina Social.
Los obispos europeos, en su respuesta, abundaron en la necesidad de combinar los efuerzos de todas las persona de buen voluntad para mejor servir al bien común, situando a las personas en el centro de las políticas de la UE: empeño en el que los Países miembros encontrarán siempre, según sus palabras, el apoyo de la Iglesia. Y reafirmaron igualmente su compromiso para afrontar con las autoridades europeas otros desafíos actuales, como la digitalización, el desarrollo tecnológico, la demografía, el calentamiento global o las migraciones.