Fue un ejercicio-deporte clásico en la Navarra rural de pastores, cazadores y guerreros, acostumbrados a largas caminatas. En los tiempos heroicos de Naparzarra y Amézketa, la prueba por antonomasia para los andarines era la ruta Tolosa-Pamplona-Tolosa (125 km.).
Los andarines se hicieron después korrikolaris en recintos cerrados, pagando la entrada y hacienddo apuestas. Juanarena (Betelu), Jorge Sola (Estella) o Juan Cruz Azpírotz (Chiquito de Arruitz) se hicieron famosos entre aquellos corredores.
Las carreras populares, nutridas y gratuitas, cada vez más frecuentes desde los años setenta -las Marchas de San Silvestre, la Subida a San Cristóbal, las Maratones multitudinarias-, arrinconaron aquellas antiguas competiciones.
La actual Korrika, organizada desde 1981, se inserta en esta larga tradición.
Suben sudorosos los korrikolaris por el puerto de Azpirotz. La marcha cultural por el euskara-vascuence es, de por sí lenta y a veces penosa.
Penosa también, cuando le perjudican conocidos intereses facciosos, que tienen poco de cultural.
Porque, de por sí, merece la pena. Harri eta Herri, Itxasoa eta mendian, Mailu batekin eta biola batekin, nos dejó escrito el poeta.