En La agonía del Eros ( 2012) el filósofo coreano, radicado en Alemania, aplica los análisis anteriores a las relaciones humanas, al deseo y al amor: Vivimos en una sociedad que se hace cada vez más narcisista. La libido se invierte sobre todo en la propia subjetividad. El narcisismo no es ningún amor propio. El sujeto del amor propio emprende una delimitación negativa frente al otro, a favor de sí mismo. En cambio el sujeto narcisista no puede fijar claramente sus límites. De esta formas se diluye el límite entre él y el otro. El mundo se le presenta solo como proyecciones de sí mismo. No es capaz de reconocer al otro en su alteridad.
Encerrados en nuestra mismidad, incapaces de construir relaciones con los demás, desaparece nuestra capacidad para dedicarnos al otro, al extraño, al no-yo. El sexo, la pornografía y el exhibicionismo están desplazando al amor, al erotismo, al deseo: El deseo del otro es suplantado por el confort de lo igual. Se busca la placentera y, en definitiva cómoda, inmanencia de lo igual. Al amor de hoy le falta toda transcendencia y transgresión. La pornografía aniquila al eros y al propio sexo. La excesiva transparencia es enemiga del placer, que requiere velos. La mercantilización capitalista solo conoce un uso de la sexualidad: su valor de exposición como mercancía.
La agonía del eros es también la agonía del pensamiento. El Logos carece de vigor sin el poder del Eros. La sobrexpoisción personal, el narcisimsmo, la pérdida de calidad en el amor y en la sexualidad, asi como el descenso en la creatividad del pensamieno están unidos y son parte de un mismo proceso.