Jn 2, 1-12)
Creación joánica
parece ser todo el relato
de una boda judía, más bien grecorromana.
Una bella parábola nupcial:
Jesús es el novio de Israel,
según Juan el Bautista, solo amigo del novio, 3,29
y la fiesta es la boda de Cristo con la Iglesia.
Tras llamar el Maestro a sus primeros discípulos,
fueron invitados a una boda en Caná de Galilea,
a la que también fu invitada la madre de Jesús.
Cuando esta mujer y madre le dice a su hijo
que no tienen vino los novios,
Jesús, igual que en otras señales narradas por Juan,
parece de pronto negarse, porque siempre quiere obrar
según los tiempos y fines -¡la hora!- de su misión.
Lo hará también esta vez de un modo asombroso,
como nadie podría imaginar:
hasta quinientos o seiscientos litros de vino excelente
van a dar las seis tinajas, que hace llenar de agua,
puestas allí para las purificaciones de los judíos.
El agua de la vieja Ley se hace vino festival,
símbolo para todos los profetas
del banquete compartido de los días finales,
prometido también por Jesús de Nazaret.
No sabe el maestresala la procedencia del vino,
pero sí los que han visto lo que ha hecho el Maestro.
Es el vino abundante y mejor de la vida de Dios,
anunciado por Jesús en el Reino que comienza.