Escribo estas líneas mientras oigo hablar a Felipe González en Sevilla de convivencia, convivencia entre españoles, objetivo primordial de su primer Gobierno. Hoy no lo es de ningún partido político en España. Porque el lema Dios y Patria, en el sentido que Víctor Lapuente lo propone para superar el endiosamiento privado y el individualismo rampante, está muy lejos de sus propósitos meramente electorales, meramente partidistas. España es para ellos el conjunto de todas las urnas preparadas para darles o quitarles el poder, o la parte alícuota del poder que les toque.
Mi mejor celebración ayer fue el ver la maravilla de la entrega de los premios Princesa de Asturias, de los que vengo haciendo el más alto elogio hace años, No voy a repetirme. Y como siempre, me gustó sobremanera el discurso del rey, cada año mejor proclamado, mejor y más sentidamente cantado. Ese grito de que ¡la guerra (la de Ucrania para empezar) no podrá destruir la cultura! se me clavó dulcemente en el alma. Y me pareció la mejor felicitación del día.