La eutanasia sigue dividiendo a demócratas, humanistas y cristianos. La controversia entre 15 hospitales psiquiátricos belgas que los Hermanos de la Caridad regentan en Bélgica y la Santa Sede, después de numerosas reuniones y llamamientos por parte del Vaticano, se ha cerrado conn una carta del cardenal, jesuita español, Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En ella se comunica, tras deplorar que la corporación que gestiona dichos hospitales, conformada mayoritariamente por laicos, no haya dado un solo paso atrás en todo ese tiempo, que ninguno de esos centros pueda volver a identificarse como católico.
El año 2002, el Parlamento belga, como poco antes hiciera el Parlamento holandés, aprobó con los votos de socialistas y liberales, por mayoría absoluta, la legalización de la eutanasia para los pacientes adultos sin esperanza de curarse de su enfermedad. Y el año 2014 se extendió también para los niños. La corporación de los mencionados hospitales belgas publicó en 2017 en su página informática la admisión, bajo ciertas condiciones, de la práctica de la eutanasia en una estructura hospitalaria católica.
Los Hermanos de la Caridad, hoy con estatus consultativo por el Consejo Económico y Social de la ONU, son una congregación religiosa laical católica de derecho pontificio, fundada por el canónigo de Gante, Pedro José Triest (1760-1836) en 1807, fundador de otras tres congregaciones religiosas inspiradas en la espiritualidad de San Vicente de Paúl, el santo patrono de la congregación. Triest fue apodado el Vicente de Paúl belga. Reconocido y condecorado por todos en vida, está sepultado en un espléndido mausoleo de la catedral de Bruselas. Fundada la congregación al servicio de los más necesitados sobre todo en los campos de la educación y la sanidad, se ocupa prioritariamente de los enfermos, ancianos y ante todo de los enfermos mentales de cualquier discapacidad, en los 30 países del mundo en que está presente.
El superior general de los Hermanos de la Caridad, René Stockman, con sede en Roma, que en su día calificó de verdadera tragedia la decisión de la corporación, avalada por cierto por el superior provincial en Bélgica, lamentó ahora que la congregación tuviera que abandonar con el corazón apesadumbrado los centros psqiuiátricos que dirige en Bélgica desde el siglo pasado, pioneros como fueron del cuidado de los enfermos mentales en el país. La opción por el carisma de la caridad, propia de la congregación, no puede reconciliarse, según él, con la práctica de la eutanasia de pacientes psiquiátricos.