(En memoria de las víctimas de la dana)
La lluvia se hizo llanto,
dolor, muerte, luto y desolación.
Finalmente, estrago y catástrofe.
El agua, casi siempre nutricia y creadora,
convertida en dana (depresión aislada en niveles altos),
choque de aire polar y cálido del Mediterráneo,
se hizo turbión y argavieso,
andalocio y tromba,
torva y diluvio,
que arrasó campos y cosechas,
inundó calles y casas,
desbordó ríos y arroyos,
arruinó pueblos y ciudades,
atrapó coches y gentes,
convirtió la tierra en barro
y la vida en terror, muerte y sepultura.
Se puso al servicio de las leyes implacables
de la implacable naturaleza,
esta vez cruel e injusta,
y sin sentido.