Todo el mundo califica de relevante el hallazgo de una mano de bronce con inscripciones en signario ibérico (siglo I a. C.) en las excavaciones del castro de Irulegi que visité hace dos años (Cuaderno de bitácora, 20 de noviembre de 2020). Ya era famoso el llamado bronce de Aranguren, también en ibérico, descubierto hace años. Pero la importancia del descubrimiento sube de punto porque la primera palabra descifrada de las cinco inscritas en el bronce suena (nunca mejor dicho) a protovasco: Sorioneku (¿ emparentado con el Zorion del euskara actual, que significa felicidad, ventura?). Hay entre mis amigos y conocidos quien lo da por bueno, y quien, como Patxi Mendiburu, no lo ve claro, si Zorion viene del Sors-tis latino, como sostiene Caro Baroja, lo que significaría un préstamo del latín en tan poco espacio de tiempo. Y a Patxi, con su habitual sentido del humor, le evoca todo esto el fiasco de Iruña-Veleia y del Canto de Altobiscar.
Por ahora, la alta autoridad de Gorrochategi y de Velaza, los dos científicos probados, arqueólogo y filólogo el primero, y epigrafista el segundo, me merecen mucho respeto. Pero no desconozco la perpetua campaña de vasquización en todo lugar y tiempo, también en el reposado, y pacífico de suyo, reino de la arqueología, que, en algunos casos, como ya los hemos padecido, puede alterar toda clase de racionalidad y de sentido común.
Lo cierto es que la mano de Irulegi nos da una nueva pista sobre las relaciones del ibérico y el celtibérico con el protovasco y con el latín, sobre la territorialidad de todas esas lenguas, sobre su extensión e inter comunicación, y hasta sobre la especificidad del castro principal de nuestra Cuenca, cuya importancia era ya conocida. ¿Refrendará el estudio posterior de la inscripción la hipótesis de la primera aparición escrita del protovasco? ¿O será tal vez una similitud casual, o un préstamo recién acuñado en el signario ibérico de la zona?
Y me alegro también, desde un punto de vista local, por el singular descubrimiento en una excavación, que debe tanto al celo y al buen sentido cultural del Ayuntamiento del Valle de Aranguren, que, como en tantos proyectos, ha puesto alma, corazón y vida en este, por encima de cualquier interés espurio y al servicio de la cultura y de la civilización universal. Me alegra constatarlo una vez más.