La metáfora de la mano tendida que aduce el presidente del Gobierno Autónomico Vasco, Juan José Ibarretexe, al ir a visitar al presidente del Gobierno de España, vale ya muy poco, al realizarse desde el chantaje, desde el desprecio a la legalidad que le dio y le da ser lo que es, y desde la tergiversación de los llamados «derechos históricos», que para él son la verdadera Constitución de los vascos. Si estos dos últimos extremos son de sobra entendibles, el primero no lo es menos: nos entenderemos si nos reconoces el derecho a decidir (derecho de autodetermianción); tendrás paz, si nos dejas vivir en paz: como nosotros decidamos. Todo esto, que implica desconocer de raíz lo que es un Estado democrático moderno, hace que la mano tendida no signifique lo que en ciertas circunstancias significa la metáfora. Porque, sobre todo cuando ETA sigue activa e Ibarretxe pide un acuerdo entre los partidos vascos sin exclusiones, la mano tendida puede significar cualquier cosa, hasta la pura y simple amenaza. Con la mano tendida se han llevado a cabo las mejores hazañas y las peores fechorías de la humanidad.