Le entrevistán de hoy a Teo Uriarte en El Confidencial, cuando se cumplen diez años de que una ETA agónica dejara las armas, obligada por la guardia civil y por sus continuos fracasos, aprovechando que el Gobierno de Zapatero y sus cómplices internacionales le tendieran un puente de plata. Toda la entrevista es de antología y me servirá para ulteriores reflexiones. Baste por hoy esta inteligente glosa sobre la memoria histórica, que viene a reforzar y a completar las que yo me he atrevido a publicar en una u otra ocasión:
El fin de la memoria histórica es resucitar el franquismo, no dignificar a sus víctimas, para que unos nuevos protagonistas, mediante el sectarismo y el necesario enfrentamiento, nos lleven a un nuevo sistema basado en la hegemonía de la izquierda.
La memoria histórica, en gran medida, constituye una revisión condenatoria de lo que supuso la Transición y la Amnistía, poniendo, por el contrario, en valor, como hiciera Iglesias en una Herriko Taberna, la coherencia de ETA, al haber recchazado, incluso en solitario, esta falsa democracia continuadora del franquismo. Mediante este criterio no solo se rompe con la democracia real existente, se pone en valor a ETA, a la que no se olvida, sino se la dignifica.