La moción de censura en el Congreso (I)

 

 

                 Me gustan mucho los grandes debates parlamentarios. Sé bien lo mucho que cuesta eso. Los sigo, siempre que puedo, con el mayor interés y aprendo mucho de ellos.  En España hemos tenido y tenemos buenos oradores, y eso que se nos han ido hace poco dos grandes, que eran Rivera y Casado.

Ramón Tamames, presentado por el mejor Abascal, ha dado, en nombre de los políticos de la Transición, con serenidad y lucidez, una buena clase, no muy original, sobre el estado de la Nación. Y ha acertado quedándose ahí, que para eso, y solo para eso, se presentaba.

El presidente Sánchez le ha contestado con larguísimos discursos, escritos antes sobre el discurso de Tamames, filtrado días antes, abriendo con esta ocasión la campaña electoral, y sin contestar a un solo tema capital de los expuestos por el irregular candidato. Su repetido estribillo, copiado luego por todos los partidos de la mayoría presidencial, donde no encuentra ultraizquierda alguna, es que VOX y el PP (ultraderecha + derecha) son una misma facción: el mismo coco o lobo, que viene a espantar o devorar cualquier progreso en la política española. La mayoría de los socios lo confunden con el fascismo sin más. Pero, a la hora del litigio dialéctico, Sánchez aplastó a la vez a Tamames y  Abascal.

Con todo, su pesadísima intervención ha sido pronto postergada por otra, extensísima, de Yolanda Díaz, a quien el presidente ha dado, arriesgadamente, la investidura de candidata próxima (aunque siempre subordinada) a la presidencia del Gobierno de nuestro país. Díaz ha sido hoy la candidata como tal, la vedettte, la diva, con la tarea de sustituir a las feministas de PODEMOS a todos los efectos. Buena oradora también, y con estilo nuevo en la izquierda, sin dejar de ser sectaria, tiene todas las de ganar si encuentra quien la siga.

Falta el discurso de mañana de la secretaria del PP para cerrar el cuadro. Puesto que el PP ha sido el blanco de todos los ataques de toda la  izquierda.