La moción de censura (y II)

 

                                 El discurso de la secretaria general del PP, curtida de sobra en la oposición al Gobierno de Sánchez y que durante todos estos meses es la primera autoridad del `partido en el Congreso, ha defendido de manera moderada y positiva su oposición a la moción así como su abstención en el voto a la misma, y la apuesta por las próximas elecciones generales, con cierto aire triunfalista a tenor con algunas encuestas. El contrapunto lo ha puesto a continuación Patxi López, portavoz del PSOE, en un verdadero mitin electoral, el menos original de todos, reproducción en fragmentos de los de Sánchez del día anterior, pero el más aplaudido por sus compañeros de bancada. A mayores gritos, más aplausos de manos puestas e pie. Él, que definió a VOX y  al PP (ultraderecha y derecha) como la nada absoluta, y les acusó de odiar a todo el mundo, no solo a las mujeres, y de tener como enemigos a sus adversarios, se erigió como modelo de partido democrático y civilizado; ni siquiera calificó de extrema izquierda a sus socios actuales, y menos aún condenó la política de confrontación de todo su bloque, confundiéndolo todo, sin el mínimo intento de clarificación y mucho menos de autocrítica. Y sin responder  a una sola de las críticas del candidato.

Pobre candidato. Había olvidado que el Congreso de hoy no es como la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Se quejó después no solo del mucho tiempo de las intervenciones del Gobierno, no solo del tono mitinesco de muchas de las oraciones de los oradores, sino también de la poca o nula respuesta a las preguntas que él levantó. junto a la ucronía que suponía la letra y la música en torno a 1936. Pero se fue contento por haber suscitado alguna atención, y hasta agradecido por el buen trato recibido. Mejor así.

Porque ni siquiera en los tiempos venerables de la Transición, el Congreso se pareció mucho a la Academia de Ciencias Morales y Políticas.