Comenta y elogia Ángel Gabilondo la palabra, la ética, la solidaridad del gran humanista que ha sido José Luis Sampedro, y recuerda un diálogo con él, el año 2005, en el que el economista y novelista exponía su preferencia de la mortalidad sobre la insoportable inmortalidad. Insoportable, apabullante, exasperante, es, en verdad, la inmortalidad para el hombre mortal, que no la entiende, que la desea y sueña tal vez, pero que le desborda y llega a enloquecer, a medida que se adentra en su imposible comprensión. Porque la inmortalidad es don de Dios, creador y dador de vida, inmortal en sí y por sí, sin el cual la inmortalidad es un concepto que se nos escapa y, al escapársenos, nos aterra.