La oración activa

 

           En un excelente libro sobre las relaciones entre la religión y la ciencia, leo con sorpresa que en dos encuestras entre científicos norteamercanos, a comienzos del siglo XX y a mediados del mismo, un elevado número de ellos expresaba increencia o duda en un Dios personal que escucha y responde a las oraciones. Y me digo a mí mismo: ahí podria estar yo, si fuera científico norteamericano. Y ¿qué es eso de Dios personal, en el que tampoco creía el creyente Einstein? ¿Un Dios, persona como nosotros? Para quien tome al pie de la letra interesada aquellas palabras de Jesús (Luc 11, 9): Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá, supongo que cuando alguna vez o muchas pida y no reciba, busque y no halle, llame y no se le abra, se derrumbará él y toda su fe. Es lo que tiene, lo he dicho mil veces, el providencialismo casi mágico, junto al no-autonomismo del mundo, en que se educó a nuestra generación y a otras muchas anteriores, en ciertos momentos y en ciertos lugares. Vía fácil para el agnosticismo y el ateísmo.

Y volviendo a la oración, y tomando como pauta el Padre Nuestro, donde los evangelistas resumen lo dicho en muchas ocasiones por Jesus, si parece no haber demasiado problema para las tres primeras oraciones, la cuarta, la del pan de cada día, nos mete en la hondura de la aporía. Jesús, que sabía de panes y peces, del pan de vida eterna, del pan como metáfora de su cuerpo entregado, no iba a ser tan ingenuo como para querer engañarnos haciendonos tentar y soñar con unas imposibles panaderías a nuestro servicio. Si la oración va en serio, el orante también tiene que ser serio. Siguienddo el ejemplo del pan, quien lo pide ¿qué hace con él, cuando lo tiene? ¿No lo comparte o lo reparte acaso? ¿Cómo se atreverá a pedir a nadie cuando lo necesita, si cuando otros lo necesitan e incluso le piden, él no lo da? Y el ejemplo del pan se extiende a todas las peticiones de las oraciones de petición: las mil necesidades de cada día.

La quinta oración del Padre Nuestro, la del perdón, es más fácil de entender y, además, lleva la saludable coletilla de como nosootros perdonamos a los que nos ofenden. Qué pena que en la petición del pan no esté la misma coletilla: como nosotros nos damos cuando lo necesitamos… Y, si Dios no perdona, cuando nosotros no perdonamos…, ¿por qué había de darnos el pan, que nsotros no damos? Quiero decir, como es evidente, que cualquier oración a Dios (a san Antonio, a santa  Rita y a cualquiera de nuestros mecenas o amigos) tiene que se ser no meramente pasiva, mendigante, sino activa, copartícipe, responsable… ¿No es la verdadera oración de petición una petición a nosotros mismos, a nuestra familia, a nuestra sociedad, a nuestra humanidad, en nombre de Dios?

¿Se imagina uno qué sociedad tendríamos, en cuanto a comunicación de bienes, si cada oración de petición de todos los creyentes fuera asi de activa y responsble, como puede ser, en cuanto a una sociedad pacificada, la de quien, al pedir perdón a Dios, perdona de verdad a los que le ofenden, como manda el mismísimo Padre Nuestro