Si la oración de adoración, alabanza, perdón y acción de gracias a Dios no llevan consigo dificultad alguna, la oración de petición sigue siendo una cruz. Hasta hay ciertos teólogos que la suprimen de sus cálculos. Pero el ejemplo de Jesús los desautoriza. El Padrenuestro, paradigma de la oración, además de esas primeras formas susodichas de oración, incluye también la del pan de cada día.
El gran teólogo católico suizo, ya veterano entre los teólogos, Hans Küng, dedica 95 páginas a la oración en su breve libro La oración y el problema de Dios. Para él no existe religiosidad auténtica sin una profunda vida de oración. Ahora bien, frente a quienes disuelven la oración en sobrenaturalismo (Dios lo resolverá todo) y contra quienes lo resuelven todo en ética (lo que ocurre en el mundo es exclusiva competencia nuestra), el autor propone la oración como reflejo de la comprensión de Dios. Orar no es conversar con uno mismo, ni la oración es una mera proyección de nuestros deseos. La oración es la expresión de la fe aplicada. Lo específico de la oración cristiana no es la meditación, la reflexión. Jesús apela a la oración breve, hecha en secreto y vinculada a la petición de perdón. La oración es siempre la voluntad de confiar estar ante un Dios a la vez presente y ausente.