Desde el 1 de agosto último el rostro mediático de la iglesia en Suiza, la Confederación-Federación, es el de Julia Moreno, una joven mujer laica, peliroja, que llégó desde Andalucía con sus padres a los dos años, master en sociología, formación en relaciones públicas y quince años trabajando en programas sanitarios en televisión. Fue designada portavoz de la Conferencia Episcopal Suiza (CES), tras haberse ocupado de la comunicación en el cantón de Neuchâtel. Como ella resume muy bien a la revista VN, tras enumerar sus muy diversas tareas, su fin principal es mostrar a través de una comunicación moderna, la belleza, la complejidad y los valores del mensaje de Cristo en el mundo.
Las preocupaciones de la Iglesia en Suiza no son distintas de las otras naciones del continente. Me llama la atención que ponga un cierto énfasis en los crecientes ataques en una sociedad muy secular e individualista. Su intención preferente es ofrecer una comunicación proactiva y dinámica para devolver la confianza a la población, mostrando con medios modernos audiovisuales y redes sociales la realidad de la iglesia, los valores y esperanzas que aporta: La comunicación católia tiene que ser alegre, fuerte, profesional, abierta y generosa. Nuestra Iglesia lo merece.
Cuando le preguntan si animaría a los obipos españoles a hacer lo mismo en España, no lo duda: una mujer podrá encontrar soluciones originales y caminos pastorales y sutiles para avanzar en nuestra sociedad.
Lo cierrto es que en nuestro país solo el 17´78% de las delegaciones diocesanas están ocupadas por mujeres; solo en Solsona y Astorga lideran ellas más departamentos que ellos. Pero también aquí vamos abriendo caminos. Ya sé que son pocas, pero España cuenta ya con ocho cancilleres femeninos, o cancilleras femeninas (Gerona, Plasencia, Mallorca, Solsona, Palencia, Cartagena, Ourense, Barbastro), siendo las máximas responsables de sus diócesis después del obispo y del vicario general. Vicecancilleras son también seis mujeres en Gerona, Huesca, Santander, Vic, Tarragona y Granada. En las diócesis de Astorga, Tortosa y Vic las mujeres son más que los varones en los Consejos de Pastoral. En la diócesis de Canarias una mujer es secretaria general de Pastoral. Y es bien conocido que los rectores de la Universidad Pontificia de Salamanca y de la Universidad de Navarra son hoy rectoras, dos mujeres intrépidas.
Parece poco, pero visto desde el pasado que conocemos es algo más que poco. Y sobre todo significativo. Categoría más que anécdota. Y es un paso decisivo hacia la plena incorporación de la mujer a todas las tareas de la Iglesia, aun a las más altas, como acaba de pedir por mayoría abrumadora el Camino Sinodal en Alemania. No bastan reflexiones ni discursos, tampoco protestas y votaciones, aunque todo sea necesario. Hechos concretos, pacíficos y consensuados son el mejor método de avance y de consolidación. ¿Quién nos iba a decir, cuando andábamos en Suiza, a finales del siglo pasado, con aquellas jóvenes y mujeres que iban de nuestros pueblos a las fábricas de conservas de la Suiza de habla francesa, que una de sus hijas, peliroja -o con el pelo pintado de almagre, no sé- iba a ser portavoz de la tan seria Conferencia Episcopal Católica de la llamada Confederación?