La inclusión de 44 candidatos condenados por terrorismo, 7 de ellos con delitos de sangre, en las listas electorales de BILDU (mero instrumento político de SORTU, el partido POLÍTICO, que administra la herencia política de ETA) es mucho más que una provocación gamberra. Es el ONGI ETORRI a sus activistas más público y notorio, más formal y solemne que jamás ha llevado a cabo, tras la desaparición del brazo terrorista, la eufónicamente llamada IZQUIERDA ABERTZALE.
Podía haber hecho lo contrario: llevar en la lista algunos arrepentidos conocidos o hacerlos conocer. Ha hecho lo contrario. Porque no quiere que se olvide el terror que causaron, sino que se lo recuerde como el supremo poder que era, como la causa que se confundía con su naturaleza, con su existencia dominante y avasalladora.
Qué corta es nuestra memoria. Si ETA, cuando podía, solía matar a alguien antes de cada elección general o autonómica, ¿por qué sus herederos no van a llevar en sus candidaturas a los que mataban? A los que seguimos la la lógica aristotélica y a la vez la moral cristiana no nos cabe en la cabeza. Pero la lógica y la moral de ETA y sus herederos es la de la guerra, y guerra genocida, étnica, donde el valor supremo es el poder, el poder de hecho y el poder del símbolo. Y la historia del terror de ETA es para sus herederos de SORTU, que dirige la coalición de BILDU, el símbolo supremo de ese poder, de esa fuerza, de esa inspiración de dominio y de conquista.
Es la manera de decir a la gente que esos candidatos que fueron condenados, fueron injustamente condenados. No solo su elección redimirá su error o su delito, sino que su sola candidatura proclama ya su inocencia y su verdad.
Si ETA carnívora y ajusticiadora tuvo que disolverse y desaparecer, fue tan solo aquella que las circunstancias externas e internas hacían imposible, pero no desapareció, como algunos tontos lo repiten, la verdadera organización independentista y socialista, que sigue viva, perdurable, resistente y resiliente a cualquier adversidad y contratiempo.
Es la venganza por las numerosas detenciones, los juicios y las cárceles. La venganza también por la humillación de tener que someterse a la legislación española, que hace disimular y mentir a la hora de tener que legalizar (por imperativo legal) los partidos, sindicatos, fundaciones y asociaciones.
Que se vea, pues, quién vive, quién manda, quién afronta y representa el futuro del Pueblo Vasco.
Y que no se crea que por acordar y pactar con el Gobierno izquierdista español, BILDU (SORTU), encarnación de Euskalherria, se rinde, se rebaja, se humilla y, menos, renuncia a sus principios, a su verdadera naturaleza.