Desazonado por las agrias palabras, por las irritadas actitudes, por las actuaciones injuriosas que pueblan cada día las gacetillas de nuestra vida política y social, leo con placer un viejo texto de Francisco Pacheco, en su archifamoso Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones (Sevilla, 1599), que ha sido calificado como el más bello manuscrito del siglo XVI, hoy en la Fundación Lázaro Galdiano, de Madrid: Otra objección le suelen poner [al escriturista Arias Montano]: que habiendo interpretado las Escrituras, no hablase nada contra los herejes; cosa en que, por ventura, puso cuidado por por no irritallos, haciéndoles aborrecibles sus obras, pues no habiendo injurias que temer en ellas, bebían sin recelo la sana doctrina. Que verdaderamente las buenas palabras solicitan los ánimos y los apartan del error, y las malas artes indignan y dexan en obstinación…