Terminado de redactar el libro La Iglesia que buscó la concordia (1931-1936), hipótesis-tesis que me he atrevido a probar contundentemente, he visto la casi necesidad de escribir otro libro, continuando estudios que dejé hace tiempo de lado, sobre el anticlericalismo español. Y me he metido a leer y estudiar los mejores trabajos recientes sobre los siglos XVIII y XIX como prólogo al anticlericalismo y antieclesialismo del siglo XX. Me encuentro con este texto del buen historiador que es Miguel Artola sobre el primer gobierno absoluto de Fernando VII: «La radicalización del conflicto entre liberales y absolutistas que se produjo en 1814 determinó el carácter excluyente de sus respectivas posiciones. A partir de esta fecha el triunfo de un partido implica la reducción del otro a la clandestinidad que se deriva de su eliminación del sistema político. En 1814 el triunfo del primero provocó la eliminación del segundo y el aniquilamiento de todas sus realizaciones para restablecer en su lugar la anterior situación. En 1820 ambos partidos tienen ya sus propias tradiciones, a las que retornarán apenas conquisten el poder…»