Nada que no estuviera previsto y anunciado. Los dos partidos clásicos que toleraron, propiciaron y protagonizaron los años del despilfarro y de la irresponsabilidad -de los que di aqui una muestra-, y que luego se vieron forzados, in extremis, a asumir el rescate necesario, han sido dejados de lado, y la buena gente, que ha sufrido el ajuste, sin duda demasiado rápido y demasiado intenso, ha escuchado las voces, entre patrióticas y populistas, de la nueva extrema izquierda, de origen y cuño comunista, y de la extrema derecha, o, mejor, no derecha sino ultra-derecha-neonazi, ambas sumamente críticas con la política de la Unión, pero nada autocríticas, como hubiera sido menester. Lo cierto es que la nueva extrema izquierda, por primera vez un partido laicista en la Grecia de la Ortodoxia, ha buscado para poder gobernar otro partido patriótico y de derecha clásica, a la derecha de Nueva Democracia, también opuesto a las políticas europeas. Se trata de la conjunción de un comunismo, siempre poco ferviente europeista, como todos los comunismos europeos, y de un nacionalismo euroesceptico, que sin entusiasmo alguno acepta la Unión Europea por razones de estrategia económica y de defensa frente a Turquía, el enemigo oriental. Todo está, pues, por ver, mientras se mezclan alegremente en los medios de información la pobreza, la injusticia, la demagogia, el seudoprogresismo, la moda, la ignorancia y la buena voluntad.