Las estrellas de hielo y no la de Belén

 

          He podido comprobar, recorriendo Pamplona durante estos últimos días, la razón que tienen las muchas personas que en los medios informativos se quejan de lo pobre, raquítica, sin gracia ni originalidad, que es la iluminación -¿navideña?- en nuestra ciudad.

Al ir a visitar ayer el belén en el zaguán de la Casa Consistorial, me quedé helado ante la fachada barroca de la misma, ya que es toda una exaltación de las fiestas del Invierno: nieve y hielo; solo falta un reno o un alce. ¿Navidad? ¿Dónde está la Navidad? La estrella central no es la estrella de Belén, sino la figura de una estrella de un copo de nieve, de hielo. Una Navidad helada por el sinsentido. Por lo visto, no se han atrevido a poner ni siquiera la felicitación habitual, tradicional en nuestras gentes: Feliz Navidad o Eguberri On. Nada.

Qué nostalgia siento de aquella Alsacia de mis amores (Estrasburgo, Collmar y cualquier pueblo rural), donde toda institución, todo comercio, toda vivienda se reviste cada año de la más bella de las Navidades: esa que nos emociona y nos mueve con su belleza, su alegría, su esperanza, que no reniega de la fiesta universal y ancestral de solsticio de invierno y del fin de año, pero tampoco de la fiesta, también universal, europea y cristiana, de la que muchos ya parecen avergonzarse.

Pamplona me parece un campo baldío.