Las mujeres quieren más.

 

      Antes, en y después del Día de la Mujer, las mujeres quieren más. En todos los campos y en todos los órdenes,  Y con razón. Con las razones que todo el mundo sabe. En el mundo civill y en el mundo eclesiástico, y en este más si cabe.  El papa Francisco acaba de nombrar a la religiosa javeriana francesa, de 52 años, Nathalie Becquart, subsecretaria del Sínodo de los Obispos, donde, por vez primera, una mujer tendrá derecho a voto en el organigrama vaticano. Con capacidad de liderarazgo, formará parte  de un eje fundamental de la renovacion que auspicia el papa. Ella, coautora de un renombrado libro sobre las religiosas, ha estado durante una década al frente del servicio pastoral para los jóvenes de la Conferencia Episcopal Francesa y ha sido pieza fundamental de la delegación gala en todas las  Jornadas Mundiales de la  Juventud. Ella misma ha llegado a declarar que ve en un futuro próximo padres y madres sinodales en una misma aula, y  la sinodalidad como el camino para lograrlo, entre laicos y consagardos, entre jóvenes y mayores.

Largo es el paso de Francisco. Pero la poderosa dinámica de la igualdad entre mujeres y varones es implacable, y mientras se tapone la posibiidad de la consagración de la mujer, todo será provisional y todo quedará corto. Sabido  es que la ordenación sacerdotal es la base y el fundamento de todo poder espiritual y orgánico en la Iglesia. El Camino Sinodal Alemán, del que hablé no hace mucho en este cuaderno de bitácora, acaba de sugerir y pedir un referéndum sobre la mujer, dentro del  desarrollo del ejercicio de poder en la Iglesia, reformando el Derecho Canónico, para que los principios generalmente aplicables de equidad, trasparencia y control sean la máxima. Concretamente, en la ponencia Poder y separación de poderes en la Iglesia: Participación común y reparto de la misión, se solicita  un referéndum al Vaticano sobre el celibato y los viri probati, al tiempo que proponen un voto razonado sobre la admisión de las mujeres a la ordenación, que incluya una invitación a la Iglesia universal y a la Sede Apostólica  para estudiar de nuevo las cuestiones planteadas y encontrar soluciones.