En su célebre ensayo Qué es metafísica, de Heidegger, traducido por Zubiri para la revista Cruz y Raya, dirigida por José Bergamín (Madrid 1933), el filósofo alemán reflexiona sobre cómo en la angustia la nada nos anonada remitiéndonos al ser -el ente total-, que en esos momentos se nos escapa, huye, se nos hunde… Clara noche de la angustia de la nada y de la nada de la angustia, que lleva al existir humano por vez primera ante el ser. La angustia radical está casi siempre reprimida en la existencia, pero sigue estando ahí; dormita pero puede emerger en cualquier momento. Posibilidades de la actitud anonadante de la nada son, muchas veces, la crudeza de la contravención, la acritud de la execración, la inclemencia de la prohbición, el dolor del fracaso o la aspereza de la privación. Fuerzas todas que la existencia humana, arrojada en el mundo, ha de sobrellevar. Pero esas posibilidades, más eficaces que nuestra propia decisión y voluntad, nos hacen ocupar el sitio a la nada, colocarnos ante ella, sobrepasar el ser de los entes, trascenderlo -la trascendencia de la existencia humana, de la persona-, desembarcar en la filosofía misma, que pone en marcha la metafísica, la ciencia suprema más allá de toda física, allende de todo ser. Puede equivaler a un don, a una gracia suprema.