Las voces del silencio (y XVI)

 

LO TRÁGICO DEL SILENCIO. D

 

         Hermann Broch, en su novela La muerte de Virgilio, consagra muchas páginas a la evolución del silencio en el espíritu del poeta agonizante, al progreso de la quietud en la quietud (…) dispuesta a entrar en una nueva paz a un nivel superior, preparada para nueva quietud, hasta que estalle el Verbo,que abole y disuelve el universo, inconcebiblemente inefable, pues estaba más allá del lenguaje. Lo que concuerda con la intuición de Peguy, según el en cual la eternidad paradisíaca no puede darse la palaba, puesto que hablar es solo propio del tiempo.

Lo que calificamos como silencio de la muerte –el avaro silencio y la masiva noche, de Mallarmé- sólo tiene sentido para quien está vivo. La transmuerte, en cambio, está hecha de una gama de silencios, en lo sucesivo sudarios de la muerte, alimentados por el recuerdo. Ante todo, escribe Maeterlinck, se impone un silencio que se asemeja al del aposento en que uno se calla para siempre. La tumba, más que cualquier otra cosa, excita la emoción suscitada por el mutismo de los muertos, revivido dramáticamente entre notroso entre otros por el romance de la niña muerta del principe de nuestro romanticismo, Gustavo Adolfo Becquer. Pero, como todo habla en el universo, Víctor Hugo puede escribir también en torno a la tumba de su hija Leopoldine: ¡Oh, cuántas veces he dicho: ¡Silencio, ella ha hablado!

Alain Corbin cierra su precioso libro con el más contundente y trágico de todos los silencios mundanos, cuanto la Tierra esté muerta y se consuma su disolución en el silencio, el día que todo callará, evocado por Vigny. Leconte de Lisle se enfrenta a él en uno de sus poèmes barbares, titulado Solve saeclum, medio verso arrancado al Dies ille, de Jacopone de Todi: Tormentos, crímenes, remordimientos, suspiros, desesperados, / espíritu y carne del hombre, ¡un día callaréis! / Todo callará, dioses, reyes, condendos y viles multitudes, / el rauco gruñido de los presidios y las ciudades, / los animales de los bosques, los montes y el mar… (…) De un plumazo la naturaleza interrumpirá sus ruidos.