En una entrevista reciente con COPE País Vasco, en el marco del Triduo Pascual, el obispo de Bilbao, el dinámico y prestigiado Joseba Segura afirma que desde hace dos generaciones se ha pasado en Euskadi de lo que se podría denominar en tiempos como euskaldun-fededun (euskaldun: hombre de fe) a que la gente de hoy que tiene un sentimiento nacionalista más fuerte es quizá la que se siente más distante de la Iglesia. O dicho de otro modo: las zonas más euskaldunes son las más secularizadas en este momento.
Nada nuevo en la historias de los nacionalismos, cuando durante tantos años se ha cultivado la transferencia de Dios a la Patria, convertida en nuevo dios, en nuevo ídolo de adoración y seguimiento, por medio también de una constante demolición de cualquier tradición religiosa y de un continuo y activo desprestigio de todo lo relacionado con la Iglesia, a manos de activistas euskaldunes, que suelen coincidir con los dirigentes natos de esas mismas zonas.
El obispo vizcaíno reconoce que el sustrato religioso está muy débil y que no ve en el horizonte cambios de tendencia, aunque espera una Iglesia más pequeña pero relativamente fuerte en zonas como Bilbao y Getxo, (Precisamente las zonas menos euskaldunes).
No obstante, el prelado vasco ponderó la dimensión y fortaleza de algunas obras de la Iglesia, como Caritas o las escuelas cristianas, que trascienden el ámbito eclesiástico y forman parte de la comunidad eclesial: el presupuesto de todas las parroquias de Vizcaya es menor que el de Cáritas, y está en una proporción de 1 a 9 respecto a las escuelas de la diócesis de Bilbao.
Pero me pregunto si todo ello podrá durar mucho tiempo a medida de que ese sustrato religioso vaya debilitándose cada día más.