Cada día más veremos entre nosotros, los navarros, que se nos filtran, se nos señalan o se nos envían relatos de encuentros de ex etarras, ex batasuneros o simplemente cercanos a BILDU y a la antigua HB con personajillos, nunca relevantes, de la vida política navarra, mayormente del área progresista comunista o socialista, siempre en minoría, hablando de todo y de nada, de la vida mayormente, y sobre todo de lo bueno y bonito que es hablar entre diferentes, sin que aparezca nunca cuál es la verdadera diferencia entre unos y otros, ni el verdadero fin del encuentro, de la trampa, o como se llame el experimento.
Porque de lo que ya conocemos se desprende que los personajillos de este lado -¡nadie piense en la Constitución, España o el navarrismo, palabrotas indecibles!-, que no han estado en el otro, son víctimas claras del síndrome de Estocolmo (en falsa representación de las verdaderas víctimas), que aparecen aludiendo vergonzosamente a su burguesa y equivocada vida pasada y a su saludablde conversión al diálogo, al pluralismo, al nuevo progresismo social, feminista y verde (autodetermisista también y sobre todo, aunque esto no se diga jamás).
Y, por otra parte, los interlocutores mayoritarios del otro lado, todos de la misma marca, aunque con distintos colores, no tienen remordimiento alguno. Ellos hablan de un mundo lejano, comenzando por la guerra civil, cuando no desde 1512, siempre mal contados, y de un mundo de injusticias provocado siempre por el Estado español, en el que no existió ETA, o, si exisitió, fue solo la fase necesaria para responder a la injusticia global.
Y todo para ir preparando la atmósfera, el ambiente cálido, el caldo de cultivo de la nueva etapa capital del régimen pluralista y progresista del futuro pentapartido gobernante en Navarra y tal vez de Euskadi, por el que acaban de hacer votos en sede parlamentaria, con una insólita proposición no de ley, PSN, BILDU, PODEMOS, Geroa Bai e IU.
A no ser que las próximas elecciones hagan imposible el contubernio.